30 jun 2015

Mad Max: Fury Road (2015)


Sorprendente e inesperada bomba la de George Miller y su anticipado regreso a la saga que lo consagró como realizador.  Una película de género, irreverente, jugada y sin medias tintas.

Sinopsis: Atormentado por su turbulento pasado, Mad Max cree que la mejor manera de sobrevivir es deambular solo. Sin embargo, termina dejándose llevar por un grupo que huye a través del Páramo en un Camión de Guerra, conducido por una Emperatriz de élite, Furiosa. Están escapando de una Ciudadela tiranizada por el Immortal Joe, a quien se lo ha privado de algo irremplazable. Enfurecido, el Caudillo Militar reúne a todas sus pandillas y persigue despiadadamente a los rebeldes en una sucesiva y encarnizada Guerra del Camino.


Desde Australia, George Miller marcó un antes y un después dentro del cine de género con su película independiente Mad Max (1979). Y terminó de definir ese estilo inconfundible con The Road Warrior (1981), visionarias y adelantadas a su época en cierto sentido. La trilogía se completaba con Mad Max Beyond Thunderdome (1985), con una estética que sería escuela para todo el cine post-apocalíptico -se me viene a la mente entre otras, aquella gema infravalorada como fue Waterworld-.

Ahora, volviendo... esta nueva entrega es un "reboot" de la trilogía original, aunque tranquilamente podría ser una continuación. El argumento es simple pero efectivo, se trata de una larga y épica persecución (muy al estilo Mad Max 2 y su escena final) en un vasto desierto (que recuerda mucho al de Mad Max 3). 
La presentación del personaje es hermosa y precisa: Max está solo (solo, con su auto), nos da la espalda, a nosotros (al mundo). Mirá hacia un horizonte de arena que se extiende al infinito. Hay que seguir avanzando pero no hay lugar hacia donde ir (tampoco un lugar al que volver). Max lo perdió todo, huye del pasado, no pudo proteger a su familia y el fantasma de su hija lo atormenta día y noche. 
Todo eso resuelto en un sólo plano. Pero no sólo eso, mientras Max mastica esa indefensa lagartija, también nos muestra LA ley que rige este mundo: la ley de la selva, la ley del más fuerte. Sobrevivir significa pisar al más débil y alimentarse de él, sobrevivir es lo único que importa. Es una ley natural y es la base de este mundo distópico que se nos presenta. 

La introducción está acompañada con una voz en off redundante e innecesaria (a estas alturas todavía no estaba rendido ante la voluptuosidad y la contundencia de esta fantasía; temí lo peor). Signo de estos tiempos, la sobre-explicación, nivelar todo para el consumo de las grandes masas.
Por suerte, el desarrollo del film nos termina demostrando lo contrario. Fury Road no es para las grandes masas. Desde la superficie parecería tratarse de otro "pochoclo" más -y así es promocionado-, cuando en realidad es una película de género (en el sentido más estricto de la palabra). No hay nada "suavizado", Miller exacerba cada rasgo de ese mundo apocalíptico y lo muestra con total crudeza: la gente está sucia y desnutrida, hay enanos, freaks de todo tipo, malformaciones, amputaciones y prótesis robóticas realmente aberrantes. Pero también con personajes y situaciones bizarras, con un humor muy particular (el vehículo con la banda de metal es una genialidad).
También sienta una postura de crítica social y política. Quien controla el agua, tiene el poder. Y con la religión (al motor, al automóvil, a la gasolina) termina por esclavizar y convertir en zombies a toda la población. Lo inteligente del director fue no contar y sobre-explicar cómo funciona ese mundo, con sus propias leyes y creencias, sino simplemente mostrarlo.

Tom Hardy cumple su cuota encarnando al antiheroe que supo inmortalizar Mel Gibson. Aunque su personaje no es el que más se luce, en el conflicto principal es sólo un testigo. Es Imperator Furiosa (la multifacetica Charlize Theron) quien lleva adelante la historia. Otro mensaje potente, la del matriarcado y la posibilidad de una nueva y más justa sociedad.
Y está Nux (una sorpresa para mi, el joven Nicholas Hoult), quien remite un poco a los personajes simpáticos que interpretaba Bruce Spence en la trilogía original, cuyo papel por momentos me desconcierta.   

Una mención aparte merece el arte conceptual. Los colores, el maquillaje, los diseños de los autos, de las vestimentas. La producción de esta película es increíble. Y el desarrollo puramente cinematográfico, con el menor diálogo posible, se desprende de esa idea seminal (el dibujante Brendan McCarthy colaboró en el guión y el desarrollo de un story de 3500 viñetas!). Goerge Miller venía de hacer animación (Happy Feet) y muy influido por el anime. Quería explorar los límites en una película de acción con las posibilidades que ofrece hoy la tecnología. Y logró un resultado pocas veces visto: con un rodaje de 5 meses en el desierto africano de Namibia, 200 vehículos y todo su equipo de filmación. En Fury Road no hay pantalla verde y eso se nota.

El film por momentos remite a un comic. A la ciencia ficción más sacada de los 70´s, a la Metal Hurlant, a Moebius. A cierto cine Z, al cyberpunk. Pero también es 100% fiel al subgénero que el propio Miller ayudo a consolidar 30 años atrás.
George Miller creó un nuevo clásico, una obra maestra que ya es hoy un film de culto. Logró esa extraña combinación, que muy rara vez se da, entre un producto industrial y de entretenimiento y el más honesto cine de autor.
Como decía, no es un film para las masas y eso es un gran elogio. Es una propuesta jugada, con muchos huevos porque le habla al hardcore fan del sci-fi (en el cine presencié al menos dos parejas que abandonaron la sala). Por suerte, ha sido un éxito de taquilla y ya está anunciada su secuela Mad Max: The Wasteland.

Me quedo con esta imagen: Max Rockatansky y su camino del héroe, que se hace visible en esa hermosa escena nocturna. Otra vez solo frente al desierto infinito, ahora teñido de azul, Max tiene la posibilidad de elegir. No seguir huyendo (¿cómo huir del pasado, si se lo lleva a cuestas?) sino ayudar a otros. Un sólo acto de empatía y solidaridad bastan para redimirse. La redención que abre la puerta al tercer y último acto del film. Al final, aquel paria solitario y triste, terminará por partir una vez más con destino incierto, pero esta vez mirando de frente, sosteniendo la mirada, perdiéndose entre la multitud.