Al ver 27 bodas confirmé que el género "comedia romántica" en el cine yanqui está agotado. La película plantea un argumento interesante, pero termina ahogándose en los clichés de un género que parece repetir la misma fórmula una y otra vez hasta el hartazgo. Luego de estar en 27 bodas y usar 27 ridículos vestidos (por eso 27 dresses, su título original) como madrina, Jane llega a una encrucijada cuando su hermana está apunto de casarse con el hombre que ella ama.
La película no es mala, pero por momentos se vuelve predecible y monótona. La protagonista, Katherine Heigl (que casualmente estuvo en la reciente Ligeramente embarazada, original comedia que escapa a cualquier molde) está bien, hasta podría ser la nueva Meg Ryan, pero su personaje sufre tanto que no da risa. Su hermana es Malin Akerman cuyo papel recuerda a la sensual pero insoportable Lila de La mujer de mis pesadillas (The heartbreak kid).
Una lástima porque la historia daba para más.
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