Hace casi 10 años este film significó el regreso al cine (cine con letras mayúsculas) de Stanley Kubrick. También significó el trabajo conjunto del entonces famosísimo matrimonio de estrellas formado por Tom Cruise y Nicole Kidman en los roles principales.
Abundan en esta película los primeros planos, los desnudos explícitos y los diálogos sugerentes. La historia nos muestra al Dr. Bill Harford y su vida familiar de alta sociedad, su matrimonio algo rutinario y apático. Y el abismo de dudas morales que se abre ante él en tan solo una noche, un submundo lleno de revelaciones y de tentaciones (infidelidad, prostitución y hasta... una secta secreta!) al alcance de las manos que traerá una pequeña crisis a su mundo.
El ritmo de Kubrick nada tiene que ver con el vértigo de Hollywood, su cámara no tiene apuro y le da lugar al desarrollo de los diálogos. Cruise y Kidman se lucen en escenas intimistas de tomas largas y planos cerrados. Aunque con menos minutos en pantalla, la solvencia actoral de ella la deja mejor parada.
La introducción es algo lenta pero una vez presentados los personajes el film toma fuerza, el drama da lugar al suspenso y te mantiene atrapado hasta el final. Aunque, como decíamos antes, lo más importante nunca se muestra sino que se insinúa. Los celos, la promiscuidad, las fantasías sexuales y los límites que nunca deberían cruzarse son reflejados en forma magistral.
El resultado final es una interesante propuesta que plantea diversos niveles de interpretación, y que invita a una reflexión profunda sobre la hipocresía, la neurosis y los miedos de la vida en pareja en la sociedad moderna (ah, y fíjense la sutileza del afiche de la película que cobra nuevo significado una vez visto el film: Cruise besando con ojos cerrados a Kidman y ella mirando de reojo a otro lado).
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